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23 sept 2012

Diario descriptivo de mis instantes en Comayagua.


                                                                      

                                            Comayagua, Sábado 22 de septiembre, 2012 8: 50 PM
Me pasó como  les pasa a muchos, juzgan alguna cosa o una persona sin conocerla a fondo. Hoy me pasó con una ciudad. Ya había venido pero solo estuve  en la sede  de la Universidad Pedagógica, no llegué hasta el parque como ahora. Hoy que vine por segunda vez, estoy sorprendido. Comayagua es una ciudad bella, su amplio y limpio parque, una iglesia histórica, un reloj antiguo, las calles especialmente diseñadas, casas antiguas entre lo moderno y lo colonial, cafés bohemios, riqueza cultural, bares exóticos  y nada de vulgares que invitan sin ningún prejuicio a tomarse una cerveza, sin perder la decencia ni condenarse en el infierno con el pecado.
No hay duda que Honduras es un país hermoso, lástima que la clase política arruina y avergüenza a los ciudadanos honestos. Me llevaré una buena impresión de la ciudad, me gusta, me atrevo a decir más que Copán Ruinas, excepto por los mayas quienes en su auge estuvieron mas adelantados en conocimientos que los mismos españoles que conquistaron América, pero eso es otro asunto.
El día que sigue al momento que escribo estas líneas es domingo, es decir mañana. Espero que los museos estén abiertos. Ahorita son las 8:50 PM bajo una tenue, nostálgica  y bohemia luz de un farol en el parque. En la tarde anduve caminando por aquí  y en el quiosco del parque  estaba una orquesta de jóvenes interpretando música clásica, ¿acaso no es eso hermoso?, al rato me fui para un café, donde escribí el poema: “Todo llega a su tiempo” y la prosa ya publicada en los blogs. El antiguo reloj da en este momento nueve campanadas. Mañana domingo concluyo con esta especie de diario. Por ahora seguiré caminando alrededor de este parque.
Tengo un conflicto   interno; no me acuerdo donde queda el hotel en que me hospedo, ni como se llama, para colmo dejé el recibo en la mesa, espero no dar vueltas en un laberinto. Mañana les cuento.
                                                    
                                                     Comayagua, domingo 23 de septiembre de 2012 10:32 AM
En efecto, me perdí, pero me acordé que el hotel queda cerca del supermercado La Colonia, fui preguntando y así llegué.
Acabo de ir al museo, un verdadero viaje en el tiempo, desde las eras prehistóricas hasta llegar al siglo XVIII. Comienzo por el, tiene la estructura original desde que allí sentó la casa de gobierno don Dionisio de Herrera  el primer  Jefe de Estado de la patria, hasta el último; Marco Aurelio Soto, quién cambio la capital por Tegucigalpa. Solo se le han hecho unos anexos para hacerlo mas grande.
De la era prehistórica hay unos fósiles de un perezoso gigante,  la representación de pictogramas en cuevas, la cultura lenca; moldeares perfectos del barro. Piedras antiguas de moler maíz. Sigue otra sala sobre lo encontrado en el valle comayagüense. Lo que más  me emociono; una carta del General Francisco Morazán, si bien no es original, asegura la administradora del museo que es idéntica. Quise descifrarla, pero no pude. En el corredor se puede apreciar la primera imprenta que trajo el general al país. La administradora me explica que allí se imprimió el primer libro de Honduras, sobre principios del algebra. La silla de Cabañas y un dormitorio muy bien representado de la época del siglo XVIII, ver esa habitación es como entrar en una máquina del tiempo que me lleva a ese periodo. La cama con su respaldar, una biblia en Latín, grande y puesta como en la especie de un cofre antiguo. Todos los muebles evidencian el paso de los años pero fieles representaciones de épocas pretéritas. Una lámpara puede verse en una mesita, a la par de la cama. Hay dos  vestimentas, típico reflejo de la época. Por último una representación en maqueta sobre El Guancasco, primera representación dramática hondureña.
En fin, Comayagua tiene maravillas, es como ver un cuadro de pintura lleno de nostalgias, alegría y predilección por épocas pasadas. Ese museo tenía que estar lleno, el simbólico precio de cuarenta lempiras no es nada. Es triste pero solo su servidor era quien estaba allí. No amamos nuestra cultura.
Me despido de ustedes invitándoles que visiten Comayagua. Ayer me acosté como a la una de la mañana, estuve trabajando en un ensayo sobre la condición educativa del país. No lo he concluido, más tarde en algún comedor de Siguatepeque lo terminaré y mandaré al blog. Hasta pronto y gracias por leer.

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